Frankenstein (2025), de Guillermo del Toro
![]() |
| Imagen: FilmAffinity |
No importa cuántas veces se haya repetido –como Drácula– la historia de Frankenstein en el cine, pues Guillermo del Toro ha plasmado en esta su propia visión –y de qué manera– sobre la creación del monstruo. Cine y literatura no son lo mismo, por lo que comparar ambos medios no tiene sentido, bajo mi punto de vista. Hablar, sin embargo, de adaptaciones, inspiraciones o creatividad sí, ya que permite disfrutar, en este caso, tanto de la película como de la historia o relato que adapta.
Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) es una novela escrita por Mary Shelley, obra cumbre de la literatura universal. Del Toro representa con destreza esas páginas que mencionan el principio de la vida y las posibilidades de la reanimación tras la muerte. Nos ofrece con una imagen mental clara al estudiante y su espantosa monstruosidad, a su despertar acompañado de movimientos torpes característicos de un ser medio vivo.
La maldición de Víctor es haber logrado imitar ese hacer de un Creador extraordinariamente primoroso, lo que le lleva a huir horrorizado de dicha invención. Le acompaña, entonces, la creencia de que el silencio puede sofocar la fugaz existencia del espantoso cadáver que él mismo había considerado como cuna de la vida.
El cineasta mexicano –producciones estadounidenses y Netflix aparte– filma con audacia y estilo creativo –al que nos tiene acostumbrados– el sueño que tuvo una jovencísima Shelley en aquel "verano húmedo y desapacible" de 1816. Ambos forjan a su manera un mito, esa narración simbólica que sirve para expresar verdades esenciales o que se tienen por tales. Ambos, insisto, advierten sobre los peligros del orgullo y la soberbia.
La figura mítica de Prometeo representa la osadía humana en su afán por desvelar el conocimiento de los dioses: su atrevimiento es también su condena. De la misma raigambre es el mito del Edén, en el que Adán y Eva son tentados para comer el fruto del árbol del Conocimiento o de la Sabiduría –el Monstruo aprende ese mito a través de Milton y su Paraíso perdido–.
Aprende de mí, si no por mis consejos, al menos por mi ejemplo, cuán peligrosa es la adquisición de conocimiento y cuánto más feliz es el hombre que acepta su posición en el mundo, que aquel que aspira a ser más de lo que su naturaleza le permitirá jamás —Frankenstein (1818)
Fascina la desoladora representación del universo religioso judeocristiano, el patrón del Génesis donde Víctor ejerce de Dios y el Monstruo hace las veces de hombre. La criatura desdichada, sola, abandonada en un mundo inhóspito y cruel... ignorante y tambaleante, resulta una imagen cruel.
Y es que esa idea del hombre abandonado por Dios forma parte de la escenografía habitual del movimiento romántico; ahora bien, la idea de un Dios apesadumbrado y aterrorizado ante su propia creación es sencillamente revolucionaria.
Como si la película fuese pensada toda la vida, el director de la cinta refleja en cada encuadre, cada plano, cada decorado, cada idea visual que adorna la puesta en escena, un sueño perseguido con pasión y un amor infinitos a la obra original. Es en ese punto donde reluce imperfecto y deformante como el Monstruo, cercano y a la vez muy alejado de lo que considero bello o poético.
No es raro confundir dichos términos con los arrebatos del artista bien conocidos por el público: la imagen cinematográfica. Simples estampas preciosistas que en esta ocasión se alejan en mayor o menor medida de otros casos recientes.
Desde luego, el contrapunto del Frankenstein romántico de Shelley es el Frankenstein emotivo de Del Toro. Y es ahí donde puedo recuperar obras como El doctor Frankenstein (1931) de James Whale, El jovencito Frankenstein (1974) de Mel Brooks o Frankenstein de Mary Shelley (1994) de Kenneth Branagh.
![]() |
| Imagen: FilmAffinity |
Porque la sola idea de que semejante estructura mítica –moderna, romántica, atrevida– cupiera en la mente de una joven de diecisiete años casi resulta tan estremecedora como las diversas visiones de la espantosa criatura a la que se ha dado vida en el mundo del séptimo arte.

.jpg)
¡Estupenda crítica!
ResponderEliminar¡Gracias!
Eliminar